Con la siguiente entrada quiero contarles acerca de las diferentes estructuras que puede poseer una firma de abogados, las diferentes clases de clientes que existen, y cómo estas dos cuestiones pueden llevar a responder la pregunta que nos convoca. Las palabras del colega Raúl Herrera García son una muy buena forma de explicar el primer asunto.
Existen tres clases de bufetes: están las grandes firmas que, aunque tienen buenos profesionales son muy grandes y, por eso mismo, costosas, ya que requieren gran cantidad de dinero para gestionar su funcionamiento. Están, por su parte, las firmas medianas, que tienen el mismo problema que las anteriores porque su funcionamiento requiere de grandes recursos, pero además tienen el problema de que los mejores profesionales no están dispuestos a participar de ellas porque les puede ir mejor en solitario o uniéndose a una gran firma. Por último, están las firmas boutique, que son las regentadas por un gran profesional del Derecho en un área muy específica, que solo aceptan encargos en esa área, firma que es creada por un profesional que no está dispuesto a trabajar para una gran firma porque deberá compartir el fruto de su trabajo, y porque también suele ser difícil para él el dedicarse exclusivamente a lo que realmente le apasiona (el área de su especialidad), por tener responsabilidades administrativas propias de una estructura compleja como las grandes firmas.
Por supuesto, habría que añadir a esta clasificación una cuarta (aunque no sería en realidad una clase de bufete, sino un problema social), que Herrera quizá no tuvo muy en cuenta, pero que nuestra realidad nacional la padece, y la padecen asimismo los clientes: los abogados no especializados que deben acoger cualquier caso, de cualquier especialidad, para poder sobrevivir. Este es el caso más pernicioso para la sociedad y las personas del común, puesto que estos profesionales la única ventaja competitiva que le pueden ofrecer al cliente es un bajo costo, pero sin que el cliente normal note que en realidad el abogado está, primero, intentando sobrevivir, y segundo, aprender con el caso del cliente. Esta situación tiene muchos orígenes, como la proliferación de Universidades sin escrúpulos que solo les interesa captar matrículas pero no formar un abogado mínimamente preparado, y tiene el gravísimo problema de que distorsiona el mercado, porque le hace creer a las personas que los costos que les cobran esta clase de abogados son reales, pero en realidad solo son una forma de engañar a un cliente para tomar su dinero, porque quizá la única manera que tiene para sobrevivir un abogado como el descrito (fruto de una mala vigilancia estatal) es vivir del dinero que le da el cliente, porque muy difícilmente lo logrará hacer venciendo a otros colegas o acudiendo a los jueces. Sin embargo, se reitera, esta clase de prácticas ni siquiera pudieran ser clasificadas como bufetes, sino como un problema social muy difícil de resolver, que actualmente el Estado intenta enfrentar a través de establecer el examen obligatorio para abogados, impuesto por la ley 1905 de 2018.
De esta manera, valga de advertencia para aquellos que estén buscando un abogado el párrafo precedente, que debiera llevarlos a pensar que ni siquiera son una opción, o solamente son una opción para peticiones muy mecánicas y nada especializadas, que de hecho normalmente tienen respuesta en internet. Sin embargo, volviendo al tema, existen las tres clases de bufetes que se mencionaron, y la pregunta es cuál puede ser la alternativa más beneficiosa.
Así, citando las palabras de Herrera, pudiera decirse acerca de las grandes firmas de abogados que por ser grandes y poder captar a buenos talentos jurídicos, pueden tener solución a cualquier problema legal porque tienen departamentos jurídicos para cualquier área, por lo que son las preferidas de las grandes empresas ya que con una sola firma de abogados pueden tener apoyo en lo laboral, lo tributario, lo societario, lo mercantil, lo contractual, la responsabilidad civil extracontractual, o incluso en lo penal si es que llegan a necesitarlo. Sin embargo, lo que tienen de desventaja es que todo es bueno y bonito, pero caro, porque mantener semejante estructura es muy costoso, costos que le trasladan a sus clientes, solamente que si sus clientes son grandes empresas ello no les afecta demasiado, y por el contrario prefieren tener contacto con un solo proveedor que les satisfaga todas sus necesidades jurídicas. En palabras del autor:
Herrera García, Raúl. “Cómo montar tu despacho y [sobre]vivir en el intento”. Madrid: Dykinson. 2022. p. 60.
Por su parte, están los bufetes medianos, y quizá la opción menos recomendable. No son capaces de retener buenos talentos porque no remuneran suficientemente a los buenos abogados, y tienen grandes costos porque asumen una estructura compleja y pesada. Por lo tanto, ni serán buenos, ni bonitos, ni serán baratos. En palabras de Herrera:
Herrera García, Raúl. “Cómo montar tu despacho y [sobre]vivir en el intento”. Madrid: Dykinson. 2022. p. 60.
Por último, están los bufetes boutique. Estos bufetes, los que verdaderamente trabajan de esa manera, es decir, especializándose en muy pocas áreas (las que conoce su autor), tienen la peculiaridad de que son regentados por profundos especialistas en una materia concreta, y en eso se parecen a las grandes firmas, aunque puede que en una boutique se encuentren incluso mejores especialistas ya que, precisamente por ello, porque son los líderes en una materia concreta, normalmente deciden trabajar en solitario. Además, tienen también de bueno que son más baratas que las grandes firmas porque no tienen pesadas cargas administrativas que alimentar, por lo que esos costos no se le trasladan al cliente. Por esta razón, su desventaja es que no pueden asumir servicios de diferentes áreas del Derecho por su hiperespecialización, sin embargo, las boutiques han solventado ese problema trabajando en Chambers, es decir, despachos pequeños e hiperespecializados que se unen para trabajar, de manera independiente, cada uno en sus propias materias, pero remitiéndose entre sí los casos según la especialidad, porque una boutique (de las buenas) no estará dispuesta a asumir un caso que no sea de su área, pero sí conoce especialistas igual de dedicados y profundos de otras áreas, que le puede recomendar a sus clientes, con lo que se gana en abaratamiento de costos y en servicio. En palabras de Herrera se pudiera decir al respecto que:
Herrera García, Raúl. “Cómo montar tu despacho y [sobre]vivir en el intento”. Madrid: Dykinson. 2022. p. 60.
De esta manera, para responder a la pregunta de cómo escoger a un abogado, teniendo en cuenta lo anterior, enseguida se tiene que responder a la pregunta ¿qué clase de cliente soy?
Si soy un cliente que solamente le interesan los costos (por la razón que sea), o no los puede asumir por su situación económica, o que no le interesan los riesgos de un abogado poco experto y que asume cualquier caso, la opción de los abogados inexpertos y no dedicados a unos pocos asuntos puede llegar a ser una opción, aunque muy riesgosa. Es más, de hecho, no debiera siquiera ser una opción porque normalmente implicará pérdidas de dinero para los clientes sin ningún beneficio, y en su lugar, en especial para gente menesterosa o en indefensión, debiera acudirse a consultorios jurídicos en las Universidades, a abogados que trabajen pro bono (de manera gratuita, como servicio social), a abogados de oficio en los casos en que lo permite la ley (ver. el amparo de pobreza, art. 151 y ss del Código General del Proceso) o a entidades que tienen por misión defender intereses de los necesitados, como las personerías o las defensorías.
Si soy un cliente empresarial, que debo tener asesoría jurídica permanente y de variadas especialidades, hay dos opciones: o se puede acudir a un gran bufete, con el cual se obtendrá un muy buen servicio, aunque caro, o se puede acudir a un bufete mediano, con el cual se gana en cuanto a costos, porque será más barato necesariamente para poder competir con las firmas grandes, pero será menor su especialización o el talento que puedan tener (aunque puede haber excepciones, pero muy pocas).
Por su parte, si soy un cliente que lo que tengo es un solo caso, y que quiero que lo lleve un gran especialista, la mejor opción es una firma boutique que, primero, está hiperespecializada, y, además por ello, segundo, prestará este servicio de forma económicamente viable para un presupuesto más modesto, claro, dentro de lo que cobra un abogado responsable, capacitado y especializado, porque estas firmas no tienen cargas administrativas pesadas, ventaja competitiva que se le puede trasladar al cliente a través del costo.
Sin embargo, no necesariamente una empresa que requiere servicios jurídicos frecuentes tiene que acudir a firmas grandes y costosas, por dos razones. Primero, porque si soy una empresa, pero que solo requiero un servicio específico pero continuo, como un banco que requiere un abogado de cobranzas especialista en problemas contractuales y de crédito, una boutique también es una opción, o si soy una aseguradora y requiero que se me defienda de las constantes demandas que sufro por incumplir mis contratos de seguros, puedo contratar a una boutique especializada en seguros, como sucede en la práctica. O por su parte, segundo, una empresa también se puede valer de boutiques si estas están organizadas en Chambers, donde la empresa puede acudir a su abogado de confianza, que por ejemplo trabaja solo contratos, y si la empresa necesita asesoría en derecho tributario o penal, este abogado tendrá la forma de recomendarle a un especialista en la materia, el cual será un profesional también hiperespecializado, pero continuará teniendo la ventaja de ser menos costoso que una gran firma jurídica, porque sus costos de operación, como hemos explicado, serán menores.
De esta manera, concluimos diciendo que, para responder a la pregunta de cómo escoger un abogado hace falta tener conciencia de dos circunstancias: uno, qué clase de abogados o firmas existen, y dos, qué clase de cliente soy, para así saber qué clase de abogados o firmas me convienen más.
Valga aclarar, por último, que nuestra firma es una firma boutique, que se especializa principalmente en seguros (ver una breve explicación haciendo click), materia que está dentro del gran tema del Derecho de Daños, por lo que se trabaja por eso mismo la responsabilidad civil contractual y extracontractual (materia en la cual nuestro director posee un Ph. D. Summa Cum Laude), la responsabilidad extracontractual del Estado, la responsabilidad médica y el derecho de los contratos.
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